Escalofríos
Cada
mirada.
Cada
roce.
Me
aceleraban el corazón.
Era
una dulce tortura inalcanzable.
Esos
ojos tan parecidos a los páramos.
Tan
cautivadores y electrizantes.
Quería
poseerlos.
Míos.
Eras
como un león enjaulado
en un
caja de gatos abandonados.
Eras
el Ícaro por el que yo me quemaría,
una y
otra vez.
Eras
el corazón blindado.
Y yo
estaba destrozada.
Y me
cautivaste,
hiciste
revivir a mi alma.
Y te
interesastes por mis ojeras.
Eras
tan irreal.
Un
semidiós con sus superpoderes.
La
excepción en ti,
era
que eras tan oscuro como yo.
Porque
sin ti los suspiros no existirían.
Eras
esa cálida mano que me daba
escalofríos.
Me
electrizabas el corazón.
Nos
salvamos mutuamente.
Salimos
del túnel,
uno
en brazos del otro.
Tan
juntos,
para
siempre.
Nos
prometimos la vida eterna.
Un
respiro por cada sufrimiento.
Una
salvación digna.
Volvimos
a vivir.
Todo
corazón acaba descongelándose.
Nos
lamimos las heridas.
Sanamos
el sufrimiento.
Y
volamos.
Eramos
las espinas de dos rosas.
Sacadas
de dicha flor.
Rotos
por la decepción.
Aprendimos
la melodía
que
nos ayudaba a seguir bailando.
Al
fin,eramos uno solo.
Aida Santos Parra