domingo, 3 de mayo de 2015

KARENINA


KARENINA

Nos anclamos al andén
por el placer de esperar.
Algo mejor o algo,
en defecto,
que sabemos que nunca llegará.

Y así,
pasan las vidas,
estáticas y monótonas.
Esperando esperar si debemos esperar.

Los rostros se difuminan.
Se nos pierden las maletas.
Las raíces se nos arraigan
a las vías del tren.
Somos arrasados sin cesar.

Nos dejamos pisar por el vaivén de un hombre sin zapatos,
de una mujer a la que le arrebataron la dignidad.
Los demás no se paran por nadie
y nosotros no nos movemos,
porque esperamos ese tren que se ha perdido.

Acabas llamando casa al desasosiego.
A la esperanza la llamas techo
y al cansancio,
suelo,
allí donde nos desmoronamos.

Siempre suena la misma bocina
y,sin embargo,
la muchedumbre es de usar y tirar.
Bajan y suben,
¡que irónico!
como la vida.

Nunca sabes si te marearás.
Nunca sabrás si la chica que buscas
es ella o soy yo.
Si la madre que perdiste pasó sin reconocerte
o si jamás regresó.
No sabemos y
,por consecuente,
somos perseverantes.
Morimos por la creencia.

A pesar de la vorágine de pies,
colonias y abrigos.
Sabemos diferenciar un penique de amistad
de una mirada de exclusión.
Somos astutos en los límites de nuestro conocimiento
y unos pícaros,
cuando atravesamos la barrera.

Y los trenes van y vienen
pero nunca se detienen  por el forajido.
Y tenemos que decidir,
si sí
o
si no.
Si este vagón
o el que está más cerca de la huida.
De mi corazón. 

Pasan los minutos
y la razón saca el reloj
y la esperanza
mira a ambos lados,
esperándote
-Tic-tac-susurra la impaciencia.

Y en un acto de valentía
sabemos el camino.
El final apoteósico.
¿y si te digo que soy Anna Karenina,sabes mi final?

Aida Santos Parra