lunes, 23 de marzo de 2015

PERDIDOS


PERDIDOS



Somos planes perdidos

en el baúl de un niño

que ha olvidado creer

en su amigo imaginario.


Nos quedamos cortos

en imaginación

y nos sobra el dolor.


Somos niños

que han olvidado

lo que era creer

en uno mismo.


Nos sentimos vencibles,

solo somos invencibles

en la inmensa ceguedad

que pregonamos a una sociedad de antaño.



Nos hemos anclado a los juegos de mesa,

a un laberinto que no tiene salida

y una monotonía digna

de una novela de posguerra.


Somos adultos que actúan como robots.

Hemos olvidado la sonrisa

en la esquina arrugada

del ultimo libro que abandonamos.



Hemos crecido queriendo estallar.

Nuestros críos arañan nuestro interior.

Ellos desean salir

y recuperar su tiempo robado.



Hemos enterrado vivos a almas

que deseaban bailar bajo la lluvia

y cantar desafinando

la melodía mas alegre

que el sol nos ha dado.


Caminamos quejándonos,

deseando morir

y no vemos que el mundo nos pasa

y no se detiene ante nuestro dolor.


Debemos desengancharnos de las máquinas

y volver a latir.

Sentir el viento mecernos

y dejar que la vida

nos lleve al mismo fin del mundo

si eso queremos hacer.


Somos fuertes

en un grado tan alto,

que nos subestimamos.


Las influencias anulan

la creencia de poder.

Somos más

si sabemos que

vamos a derribar

el muro de dolor que nos hunde.


Así que abre los ojos
a tú mundo gris

y no dejes que la parsimonia

de tu coraza

te destruya

la sensibilidad

de poder sentir

incluso,

cuando la fuerza,

falla.


SI JUNTAS TODOS TUS PEDAZOS,

ERES UNO,

UNO,

MAS FUERTE,

MAS INVENCIBLE

Y

MAS COMBATIENTE

QUE CADA SOMBRA

QUE ALUMBRA

TÚ MUNDO

DE MONSTRUOS


ATORMENTADOS.


Aida Santos Parra

sábado, 21 de marzo de 2015

OTOÑO


OTOÑO

Me vi envuelta
en una marea de hojarasca.
Otoño a mis pies,
melancolía en mi mirada.

Sopla el viento,
que no deja de golpear las ventanas,
de romper frágiles almas
mientras el rumor 
se lleva la risa de los niños,
de la vida temprana.

Mientras
yo camino
el paso de la vida
me adelanta.

Mientras otros ríen,
lloran
y aman
yo soy silencio
y melodía de compañía
del desgasto
de las suelas de mis zapatos.

Y paseo 
en los mediodías de Barcelona
donde cada uno de mis pensamientos
y sentimientos
llenan cada una de estas hojas.

Me veo envuelta
en cada paso,
contemplo la canalla,
sus corazones laten a golpe de sueños.

Y yo,
como espíritu ya viejo,
les dedico toda mi tristeza
para que sueñen,
incluso cuando temen.

El otoño me eleva,
como en una nube de tinta,
de tonos naranjas,marrones
y sonoros.
Me hacen diosa de la contemplación,
me hacen musa del dolor.

Y entre cada lágrima que marca
la lluvia de mi tormenta
me daba cuenta que envidiaba
al mundo por tener sonrisa
y yo,
muerte,
en cada mano de mi destino.

Aida Santos Parra.

CELOSA


CELOSA

Celosa de la lluvia
que cae por tú piel.
Ella te limpia las heridas
mejor que mis inertes 
y frías manos de papel.

Celosa del viento
que te puede susurrar
siempre que quiera
sin importar la distancia
que podáis hallar.

Celosa de las tormentas
que no asustan a las sombras de tú pasado
ya que calman tú espíritu libre
y tú corazón alado.

Celosa de los maremotos
que resbalan por tus manos
cada vez que me tocas
y que dices
que eres el dueño de la luna
y cada estrella
que vislumbro 
en mi esquela
y en tú pasado.

Celosa de los volcanes
que te hacen arder
en las lunas más frías
del año,
que incendian cada poro
de tú efímero pero constante
pelaje de lobo salvaje.

Celosa de los huracanes
que arrasan cada mota de polvo
que no te deja ver,
que te barre el camino
cuando no me encuentras
en el caos de tu universo,
donde tú,
eres el epicentro de mi desorden.

Celosa de las noches
que te pueden abrazar,
arropar entre sus sabanas de papel
y ser contables de tus lunares abismales.

Celosa del amor
que mis pedazos de alma
no te pueden profesar
en cada S.O.S. que mandas
cuando imploras
que no haya mas huecos
entre las palmas
de tus callosas manos.

Celosa de esta carta
que sí que vas a poder leer
y arrugar,
a diferencia de mi corazón,
que se encarcela.

Celosa de la tinta
que te resbala
 y te versa.

Aida Santos Parra



YO


YO

Ella,
brilla como la oscuridad,
es una noche sin estrellas
de amaneceres inexistentes,
de dolor arraigado a la correa de un pozo.

Y como en todo cuento,
el monstruo muere.
Ella,
temiendo su final
se miraba resignada al espejo
de la autocompasión.

Pero ni esto es un cuento
ni ella un monstruo normal.
Así que tomad asiento,
vuestro mayor delirio
y contemplad.

La historia empieza
dónde quiera empezar.
Pero ella era una niña
contable de estrellas
sin más.
Oficinista nocturna
que transcribía miradas
a la luz de la nada.

Era muda,
sorda de corazón,
amazona de la supervivencia
y loco por los locos.

Desconfía hasta de sí misma,
se mece entre los fríos inviernos
con tazas de café medio vacías
y ojos de licántropa
curtida en batallas de mil versos.

Te enseña a amar 
a través de sus recuerdos
cuando ella todavía
podía sentir latir
las compuertas
de su corazón coraza.

Estaba oxidada,
le chirriaban los sentimientos,
necesitaba 3 en 1
que alegrara
cada uno de sus alientos.

Era paseadora de furias,
calmaba a través de su translúcida piel,
y hacia enloquecer
al cuerdo
menos ahorcado por su vida.

Como veis,
era un entusiasta de la locura,
infeliz hasta las trancas,
define a los demás 
con la misma precisión
que la muerte mata al indicado.

No escribo cuentos
pero sí la describo a ella,
porque soy yo.

No te susurro mi final
por miedo a no saber de mí futuro.

Espero que este abierto final
no te robe al Morfeo
que anida en tú adentro.

Aida Santos Parra





lunes, 2 de marzo de 2015

PIANO


PIANO


Y las noches me atenazan.
Cubren de alambre este corazón,
ya roto,
ya muerto,
dolorido de tanto dolor.

¿qué hacer cuando la melodía toca el fondo de su apogeo?
Las teclas del piano salieron volando
cuando las golondrinas ya habían emigrado
al sur de tus solfeos,
cuando ya no quedaban pétalos
que arrancar de tu espalda.

Me convertí en la primera ópera perdida,
ni Hermes me consiguió hallar
cabida en mi sufrimiento.
Será mejor que levante el vuelo
y lleve conmigo,
mis ganas de besarte,
de versarte el cuello.

Me duelen los huesos,
aquellos que crujen en los sonetos
de un día,
en el que,
por fin,
aislada por el miedo,
decidí morir con un silencio.

Y,
aún así,
cuando ya no veo nada,
apareces de nuevo
con un pedazo perdido de mi alma
y me arrancas las espinas,
me curas,
mientras te curas
y te curo.

Hablaría de ti en imperfecto
porque sé que lo nuestro no ha acabado,
sabemos donde empieza,
solo con un final incierto.
No te busco,
pero,
sin razón de verso,
te encuentro,
incluso cuando la tinta ha muerto.

Aporreaste mi alma como
si así las teclas pudieran
volver de nuevo
a ser mi piano,
tocado por un loco almado
y amnésico del amor pasajero.

Eras,
sin yo saberlo,
el que financiaría los pinitos
de una escritora Carax
y pianista de alterne.
Mantenías viva a una repudiada.

Soñadora,
enamorada compulsiva de tus manos,
amante de no ser recordada
sin ser eterna.

Recuerda,
que te verso,
incluso los años bisiestos.

Aida Santos Parra