miércoles, 21 de enero de 2015

INVIERNO


INVIERNO

Dicen que versar a la muerte,
es un suicido.
De esos que aprietan la soga al cuello,
y al corazón.

Para mí la muerte no tiene cara,
ni siquiera nombre.
Para mí,
para está cara triste,
ojerosa y casi sin aliento,
la muerte es un soplo de aire fresco.

Vivo en penumbra,
en una habitación plagada de libros
y papeles arrugados.
Sé distinguir un adiós de un para siempre.
Y por eso me atrevo a decir,
que Satán se balancea sobre mí armario.
Mirándome expectante.

No sé me dan bien las conversaciones,
y en eso,
la muerte,
me comprende.
Sabe esperar a que acabe una estrofa
para luego colarse por la rendija de mí alma
y leer el por qué de mis palabras afónicas.

Puede que suene terrorífico,
incluso perturbador
pero para alguien como yo,
no está mal la compañía.

Las rosas negras me susurran que,
por cada pétalo y cada espina,
sería un día menos.

El frío me consume,
y con ello,
la soledad y la tristeza,
¿es mí corazón que se para o la vida qué muere?

No existen los versos fáciles
ni la vida eterna,
pero hay palabras que no se consumen,
ni siquiera la muerte
puedo arrojarlas al séptimo círculo del Infierno.


Los tatuajes me recorren la piel,
y entre ellos,
hay un símbolo de dolor,
que marca el tic-tac del viento.
Hay brújulas que me llevan
pero ninguna sabe bien,bien
hacia donde voy.

El fuego,
y la pólvora me consumen.
Y yo,
me sumerjo,
alzo al cielo los pedazos de mi corazón.

Aida Santos Parra




sábado, 10 de enero de 2015

FURIAS DE LA NOCHE(POETAS DESTRUIDOS)


FURIAS DE LA NOCHE

Un monstruo,
con sueños perturbados
por la oscuridad,
 la soledad.

Vacía como la nada.
Fría como la escarcha.
Cortante como el viento del Norte.

Un cuchillo bien afilado,
diría yo.

Ella,
muy cómoda en su soledad,
muy silenciosa.
Cuan bella es la ausencia de la realidad.

Le gustaba su mundo,
la melodía cadenciosa que la transportaba,
pero todavía quedaba espacio para algo,
algo más.

Y llegó,
como la lluvia de Marzo,
tan inesperada,
a la vez,
tan deseada.
Tan anhelada por la sequedad.

Y es que a aquella chica aislada
le alegraba el tintineo de la lluvia en su ventana,
sentir como se mojaba mientras construía constelaciones
y gritar truenos de desesperación.

Y se mojó,
y las palabras que le susurro el rocío
hizo que el monstruo abriera los ojos
y viera una silueta en la oscuridad.

Imposible pensó,
¿una mano que agarrar?
Cuánta locura dentro de tan poca loca.

Avanzaron paso a paso,
latido a latido,
respiración entrecortada a respiración entrecortada.

Estaban tan cerca,
que podían rozarse la yema de los dedos
y tan lejos,
que podían matarse.

Se miraban como quien contempla el arte,
en silencio,
volviéndose locos por el camino,
y tan fascinados,
que las palabras sonoras,
sobraban.

Una mirada lo dice todo,
y las suyas
gritaban a versos,
y anhelaban la comprensión.

El hielo quema,
y ellos ardieron juntos.

         
          Aida Santos Parra

lunes, 5 de enero de 2015

NEGRO


Negro

Desde que ya no te siento,
ya no me siento.

Desde que la oscuridad llamo a mi mundo
me he quedado ciega,
insensata ante el mundo.

Dese ti hay un yo,
y ese yo se ha esfumado,
difuminado.
Aniquilado tras el telón,
la función se terminó.

Desde que pienso en negro
no hay gamas,
no hay llamas en nuestras miradas.

Desde esta noche no hay más sueños.
No hay nada.
Todo desierto.
Vacío
y lleno de miedo.

Te imagino,
sentado en la banqueta de tu dormido piano.
Traspasandome con tus ojos negros.
Alumbrandome.
Alumbrandote.

Me imagino muriendo,
dejando de ser yo
para no ser nada,
solo ser un inerte cuerpo.

Desde la muerte
todo se calmó.
No más insomnio.
No mas penas desconsoladas.

Desde ahora,
solo hay pianos sin dueño 
y versos sin amo.
Y un cuerpo sin alas.

Desde este instante
solo hay poemas sin dueño 
y un cuerpo sin alma,

Desde siempre me burlé 
de la vida.
Y ahora,
ya muerta,
me siento mas viva.

Desde ahora
el averno es mi hogar.
Donde tus dedos queman mi hogar,
las tackas de mi cuerpo al andar,
y me abrasan beso a beso,
verso a verso.

Desde ahora el amor es negro,
un beso mortal.
Que mata.
Que miente.
Que no siente.

Alguien oscuro me ha matado,
tan negro como yo,
tú,
el ángel caído de mis suños.
Mi Lucifer.

Aida Santos Parra