sábado, 6 de agosto de 2016

MAUSOLEO.

MAUSOLEO

Afinando mis manos
al oxido que deja el tiempo
descubrí que un teatro repleto
está vacío si no idolatras lo que oyes,
entonces el mundo se convierte en un mausoleo.


El aire convierte tus manos en las mecedoras del viento,
¿una suave brisa o un viento huracanado?
Y siendo humanos,
rodeados de sentimientos tentadores,
somos y provocamos cualquier cosa.
Somos volubles,
al fin y al cabo,
nuestra brújula está torcida.


Y dichosa la gloria de aquel que ha querido,
que se ha querido.
Aleccionadora ha sido la vida de aquel
cuyo odio se ha transformado
en las notas más suaves de un piano.
Y aquel,¡oh aquel!,
que ha sentido la vida
como si estuviera en caída libre,
abrazado y acunado por el viento que frena el golpe que
llegó durante el pasado y no pudo alcanzarle en el futuro próximo.


Qué joven parecía cuando creía saber
todo esto que ahora escribo.
Aunque,canalla,creedme,
cuando digo que las arrugas se llevan por dentro
y las cicatrices físicas son las únicas de las que hacemos gloria eterna.
Nos avergüenza haber sufrido,
estúpido aquel que lo piensa,
estúpida yo,sí,en pasado.
Un pasado que no volverá a ser error,sino maestro.


¿Cuántos asaltos le quedarán a la vida para intentar derribarme?
¿Podré seguir levantándome incluso cuando mis piernas no respondan?
Tal vez,
ser salvaje de corazón me haya ayudado.
Qué difícil es respirar
cuando todos y todo quiere apresarte,
como si fuera un caballo desbocado
y un ruiseñor que necesita una jaula de madera para ser calmado.


Qué alivio
poder gritar a través de la tinta
que forma hondonadas de palabras,
de risas incomprendidas,
de suspiros por unos ojos pasajeros,
de puñales rasgando pieles,
de rosas envolviendo cuerpos bajo la lluvia y la tierra.
Qué alivio comprender que el cielo no es el final
y que la tierra es la meta.
Que vivir sólo es vivir si te desperezas bajo la hiedra de un duelo.
Qué alivio ser yo y no otro humano desconocedor de la poesía.

Aida Santos Parra